Bodega Otazu: la Navarra atlántica

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La filosofía de Bodega Otazu —una singular vena artística y una forma cada vez más borgoñona de entender el terroir— se resume ejemplarmente en dos vinos: Héctor Zamora 2015 y 1 Ha 2016. Burdeos queda a tiro de piedra de Pamplona y los Otazu son vinos eminentemente atlánticos.

Otazu es la bodega más septentrional de España en cuanto a tintos —algunas de txakolí en el País Vasco están más al norte— y una de las catorce que tienen una DO propia como “vino de pago”. Desde 1989, recupera la tradición vitivinícola del Señorío de Otazu, que se remonta a la Edad Media. Puede que a través del Camino de Santiago llegaran prácticas o cepas desde Burdeos y también un pionero espíritu de château, a partir, exclusivamente, del viñedo que rodea a la propia bodega. Bajo esa posible e ilustre influencia, se elaboraban vinos para los reyes de Navarra en Otazu, que llegó a tener 2 mil hectáreas de vides. Su cultivo se perdió con la plaga de la filoxera, a principios del siglo XX, y no se retomó hasta 1991, con la plantación de 110 hectáreas al estilo del vecino del norte: Burdeos queda a tiro de piedra de Pamplona.

OtazuLa climatología del enclave —a 35 kilómetros de los Pirineos, 60 del Cantábrico y 400 metros de altitud— también favorece esa apuesta porque configura un terroir similar al del país de la merlot y la cabernet sauvignon, variedades cultivadas en Otazu junto a la chardonnay y la tempranillo. Una maduración tardía y unas lluvias copiosas, pero con vientos del noroeste que garantizan la ventilación y la sanidad, configuran un perfil decididamente atlántico. Los Pago de Otazu tinto y blanco están entre las más genuinas expresiones de esas variedades francesas en la Península Ibérica. La Navarra de la garnacha es la meridional, la que mira al Mediterráneo a través del Ebro.

OtazuLa última etapa de Otazu comenzó en 2013 con Guillermo Penso como director. Antes no había en ese puesto ningún miembro de la familia que adquirió el señorío en 1989. Su estilo se ha vuelto más borgoñón, con una tipificación de parcelas que le va imprimiendo carácter. La máxima expresión hasta ahora es el Chardonnay 1 Ha 2016. La abreviatura propicia una doble lectura: una hectárea, una historia. Luego vendrán otros vinos consagrados a resumir en menos de mil botellas la idiosincrasia de una pequeñísima parcela.

El segundo eje de la filosofía de la bodega tiene que ver con la vena artística de los Penso, patente en la colección de obras contemporáneas de la Fundación Otazu o en las performances que desarrolla en sus instalaciones. Los vinos que más explícitamente la ponen de manifiesto son los de la línea Artist Series, como su tercera edición, el Otazu Héctor Zamora 2015. Es un cabernet-merlot —80 y 20%— con 15 meses de barrica, vivo y de guarda. Son 800 botellas en las que, una a una, el artista mexicano ha dejado impresa en arcilla la huella de su mano.

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