A la caza de experiencias foodie en Usera

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experiencias foodie en Usera

Nos lanzamos a la caza de experiencias foodie en Usera. Este barrio madrileño donde predominan los ojos rasgados y los rótulos jeroglíficos en supermercados, pastelerías o restaurantes nos permite salir en busca de una realidad distinta a la de los comederos chinos al uso: ¿Qué y cómo comen los chinos de verdad?

A pesar de los pesares, la cocina china es inmensa y eso hace de un barrio como Usera, en Madrid, un atractivo coto de experiencias foodie. No es un “barrio chino” como los del siglo pasado —un suburbio repleto de antros de la peor calaña— ni un parque temático con farolitos y dragones de plástico. Por alguna razón, han ido recalando chinos y más chinos hasta imprimirle un carácter manifiesto, en los ojos rasgados de la gente o en los rótulos que anuncian un centro de estética, un bazar, un restaurante… Muchos restaurantes. Así que nos lanzamos a la caza de experiencias foodie en Usera.

experiencias foodie en UseraQue una plataforma de (re)alquileres para trotamundos lo declare “barrio de moda” no cuadra con una realidad eminentemente suburbana. Pero se habla de Usera y proliferan los rankings de restaurantes, con unanimidades y divergencias igual de sospechosas: que alguien proclame “el mejor chino de Usera” cuando seguramente no conoce más que ese y quizás algún otro… ¿Y no hablábamos de cazar experiencias? Pues nos plantamos en el barrio y le preguntamos a alguien con cara de chino. La respuesta no ayuda: “Lestaulante chino todo bueno”. Plan B: entrar en el primero que encontremos. El Zhou Mian mismo.

experiencias foodie en UseraTodos —staff y clientes— son chinos. Avisan a la que chapurrea el español y nos da una carta de ininteligibles caracteres jeroglíficos con subtítulos en español. El hecho de que tenga más de noventa referencias recuerda a los chinos de siempre, pero los numerosos platos picantes o de casquería nos remiten a otra realidad: callos “de res”, cabeza de pato, cosas porcinas como el riñón, la sangre, el hígado… ¡A cazar experiencias foodie en Usera! Como “pollo Sichuan”, nos sirven una montaña de guindillas secas fritas con unos trozos de carne que no pican tanto: se diría que las guindillas son pura vajilla, que se lavan —o no— y se reutilizan. El apetitoso “intestino grueso de cerdo con puerros” es como los platos de cualquier chino salvo en el toque escatológico.

También pedimos cosas “normales”: “ravioles” de cordero, pollo con tallarines —los chinos no se comen la pasta al dente— o el huevo cocido en té que aparece en la literatura culinaria y no en los restaurantes al uso. La “carne de cabeza de cerdo curada al aire” la vemos —tal cual, congelada al vacío— en un supermercado. Las bolitas de arroz y calabaza rellenas de sésamo negro, en una pastelería que contradice la proverbial precariedad repostera oriental. A diferencia de lo que proponen los chinos habituales, la gente no come muchas cosas a compartir, sino cada cual su gran bol de sopa con pasta o arroz: la ramen —otra especialidad china niponizada, con sus versiones instantáneas de supermercado— es tendencia.

Ir a la caza de experiencias foodie en Usera nos permite una aproximación a la cocina china, un enorme iceberg del que, en general, sólo vemos el vértice emergente…

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