La cerveza de toda la vida

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Cerveza de toda la vida

La cerveza de toda la vida es algo cuya historia entre nosotros no tiene mucho más de medio siglo. Las cervezas artesanas juegan un papel testimonial en un mercado en situación de oligopolio.

Hay cosas “de toda la vida” que no lo son tanto. A los más jóvenes que uno les puede pasar con la pizza o la hamburguesa, a cuyo aterrizaje entre nosotros asistimos en vivo y en directo a finales de los 60 e inicios de los 70, y hasta con el sushi, un descubrimiento del otro día que ya es como de la familia. A nuestros coetáneos nos pasó con la mismísima cerveza: hurgando en la memoria, recordamos cómo la posibilidad de tomarla fría —cosa a la que sólo tenían acceso unos pocos en los años 50— hizo que desplazara fulminantemente a los aperitivos, incluidos el vino y el vermut, que precedían a la comida o la acompañaban hasta hace medio siglo. Lo ilustra una anécdota que nos contaba Rafa Poveda: en la inauguración de la cooperativa de Monóvar, en aquella época, las mesas del “vino de honor” estaban repletas de botellines de cerveza, porque venía el gobernador y merecía un agasajo de lo más snob. La cerveza de toda la vida no era tal.

Cerveza de toda la vidaLuego, su ascensión entre nosotros ha sido meteórica. El turismo colaboró decisivamente a situarnos entre los grandes consumidores de la que durante 2 mil años fue la bebida de los bárbaros —que es como los romanos les llamaban a los guiris—, pero también han concurrido todo tipo de tendencias y circunstancias, desde las climáticas o gastronómicas hasta las estratégicas y comerciales. No hay que ser tan mayor para recordar las campañas que en los 90 le permitieron a la cerveza saltar de la barra del bar a la del pub o la discoteca. El crecimiento del consumo se ha acelerado aún en el último lustro y en 2017 las compañías cerveceras vendieron casi un 4% más que el año anterior. Unos pocos grupos empresariales —Mahou San Miguel, Heineken, Damm— acaparan la práctica totalidad del mercado: el 99% si añadimos a Hijos de Rivera (Estrella de Galicia), La Zaragozana (Ámbar) y Compañía Cervecera de Canarias (Dorada).

¿ Cerveza de toda la vida ? También es muy relativo el boom de la cerveza artesana, en el que, además, cada vez intervienen más las grandes compañías. Un real decreto de finales de 2016 define la fabricación artesanal de cerveza y le exige que todo el proceso “se desarrolle de forma completa en la misma instalación”. También, que se haga “bajo la dirección de un maestro cervecero o artesano con experiencia demostrable y primando el factor humano sobre el mecánico”. La normativa pone orden en un sector que sorprendió con su irrupción espontánea y regula una necesaria selección natural, para diferenciar entre los cerveceros artesanos nómadas que producen en fábricas ajenas frente a los que lo hacen en sus propias instalaciones o entre los independientes y los participados por otras empresas.

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